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Como un nuevo rico

Prometiendo igualdad, erradicación de la pobreza y de lucha contra la oligarquía, llega al poder Gustavo Petro a “vivir sabroso”, como nuevo rico.

Menos de dos meses y Petro y los suyos se están comportando como nuevos ricos, aprovechando al máximo los privilegios que trae consigo ocupar el cargo de presidente de una República en la que la pompa y el derroche han sido constantes entre sus gobernantes, con muy pocas excepciones. 

Apenas tomó posesión le dio rienda suelta al derroche. Convirtió a su esposa en una embajadora para que atienda cuanto funeral sea anunciado en los obituarios del mundo entero. ¡A pasear se dijo!

Comitiva bien grande para acompañar a Petro a la Asamblea de la ONU; banquetes acá, allá y acullá. Y para que el presidente, que otrora se entretenía cometiendo delitos en el M-19 no se aburra, entonces hay que ponerlo a volar más rápido que el sonido en uno de los vetustos aviones de la Fuerza Aérea. 

Muy atrás quedaron los años en los que los presidentes manejaban con pulcritud, decoro y consideración el dinero y los bienes públicos. Hay una anécdota que se le atribuye al fugaz presidente Jorge Holguín Mallarino quien tuvo que asumir el poder en 1921 para reemplazar a don Marco Fidel Suárez.

Holguín fue presidente durante solo 9 meses. Luego de posesionarse, resolvió trasladar a la sede de gobierno algunos muebles que tenía en su residencia particular. Cuando se acercaba la fecha para entregarle el poder a su sucesor –Pedro Nel Ospina–, la esposa de Holguín llamó a unos trasteadores para que sacaran el mobiliario.

Al verlos, el presidente los frenó en seco e impidió que se hiciera la mudanza. Ante el reclamo de la estupefacta mujer que no estaba dispuesta a abandonar su menaje, el mandatario respondió: “Nadie vio entrar esos muebles, pero todo el mundo los va a ver salir y dirán que nos los estamos robando”. Y ahí se quedaron los sofás, las poltronas, las mesas, las vitrinas y las lámparas de los Holguín. 

Francia Márquez advirtió que ella quería el poder porque era hora de “vivir sabroso”. Muchos despistados creyeron que se estaba refiriendo a la gente. Pero no. Estaba pensando en sí misma, en su confort, soñaba con dormir en mullidas camas, divinamente tendidas con sábanas tejidas con centenares de hilos por pulgada cuadrada y abrigadas colchas rellenas con el plumaje de los más finos gansos. 

Y claro, como Petro y su viajera esposa no podían quedarse atrás, hubo que instalar un televisor de esos que tanto seducen a los mafiosos, bien grande, de pared a pared, para que el gobernante de los colombianos pueda sentirse como en una sala de cine en los momentos de ocio. Por supuesto, el lecho presidencial también será cubierto con sábanas y plumones semejantes a los adquiridos para la vicepresidenta, porque están en el gobierno de la equidad. Lo que se le da a uno, se le da al otro. Lo cierto es que la deben estar pasando en grande. 

Y como para todo hay y habrá una excusa, entonces lo de las sábanas, el televisor, las estufas y demás enceres se explicó alegando que la compra fue realizada a “espaldas” del presidente. Que nadie se sorprenda si los encargados de la propaganda oficial en estos días, para liquidar de una vez y para siempre el asunto, filtran unas imágenes de Petro durmiendo sobre un colchón y arropado con un costal porque él es un hombre de pueblo.

¡Comuníquese y cúmplase!

T. de Los irreverentes

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