Escribe: Fernando Álvarez.-

Tradicionalmente las entidades públicas y los funcionarios han utilizado los servicios de lo que se ha dado en llamar “jefe de prensa”, aquel comunicador que hace las veces de altoparlante de su jefe, que le redacta comunicados de prensa, que le asesora en la forma de comunicarse frente al público, particularmente frente a las cámaras y los micrófonos, y que fundamentalmente se encarga de la divulgación y/o promoción de los pronunciamientos de su jefe.
A veces se ha vuelto asesor de imagen o vocero, pero en cualquier caso se ocupa más del parecer que del ser, más de la apariencia que de la esencia, como diría la aterciopelada.
Desafortunadamente este cargo se ha venido cada vez más a menos por cuenta de que desde hace un tiempo se rompieron los filtros para que profesionales de la comunicación fueran los encargados de este tema. Ya no se necesita saber redactar, ni conocer los mínimos de la construcción gramatical, ni mucho menos tener sindéresis a la hora de elaborar un concepto, o saber comunicar verbalmente las ideas precisas y estar en capacidad de transmitir el espíritu de lo que significa el mensaje de su jefe. Hoy se requiere ser más papista que el papa, fungir como militante partidista, tener una gran capacidad de intriga, o mostrar que se tiene acceso a cierta información privilegiada para ganarse el pomposo nombramiento de jefe de prensa.
Curiosamente aquí se impuso precisamente más la idea de parecer que ser y el arte consiste en saber engatusar al jefe de que el que sabe cómo comunicar y conoce los canales y los trucos para que le publiquen es el aspirante de turno.
Hoy es más importante “tener contactos” en los medios, conocer a los yamides o a los julitos, que saber comunicar. Hoy la cercanía con el poder se confunde con el poder mismo y no es difícil que estos “comunicadores” terminen por creerse el cuento de que representan el poder, que son el mismísimo poder y por lo tanto ejercen el poder a su amaño. Casi siempre provenientes de estratos humildes y con esforzadas carreras periodísticas terminan por ser víctimas del síndrome de lo que las mamás sintetizaban en el refrán “El que no ha visto a Dios, cuando lo ve se asusta”. De la noche a la mañana muchos resultaron hasta con chofer y con oficinas al lado de los ministros y no se pierden cocteles ni cenas en restaurante de cinco tenedores.
Es probable que esa fuera la razón por la que un viejo periodista, sarcástico como el que más, decía hace más de 30 años que “los periodistas bogotanos son unos levantados que salen del Jockey Club de codearse con los ministros a coger colectivo para Kennedy”, para describir cierto grado de arribismo y de lo que ya se conocía como “trepas” y sobre todo de la confusión de quienes se sentían poderosos por estar cerca de los poderosos. Esto poco a poco fue llevando a que los periodistas en un instinto supérstite hayan terminado en una carrera loca por ganarse el puesto de jefe de prensa de cualquier entidad, cualquier político o cualquier funcionario. No solo son mejores los sueldos que los que se ganarían en cualquier sala de redacción, sino que “están en el poder”, luego son poderosos.
Por eso no es raro que estos jefes de prensa sean hoy los protagonistas de las metidas de pata. Como la que se inventaron en Palacio para terminar ridiculizando a su jefe con una supuesta entrevista que terminó viralizada en la que el Presidente Iván Duque, aparece en una especie de autoentrevista en inglés, sin interlocutor y sin contrapreguntas, en la que se nota completamente almidonadao para señalar que detrás de los paros estaban los líderes de la oposición. Esta tremenda pifiada de don Hassan Nassar no refleja otra cosa que la inexperiencia en los temas de comunicación, el desconocimiento de la realidad y la falta de criterio comunicacional. Él es un excelente opinador, probablemente buen animador, con ciertas dotes de presentador y con certeza un buen militante, pero de ahí a saber de comunicación de masas, o tener sindéresis para comunicar, o ser un asesor de crisis, le falta pelo para moño a su despelucada cabellera.
Y ni qué decir de la jefe de prensa del líder de la oposición Gustavo Petro. María Antonia Pardo, que pasó de ser una twitera mamerta, lagarta con los periodistas de oposición, experta en difundir mentiras en las redes, a flamante jefe de prensa de la Colombia Humana. La misma que soltó la frase más inhumana que puede haber dicho alguien en medio de la violencia de los paros, la desproporcionalidad de los bloqueos y la irresponsabilidad de las protestas que devienen en actos criminales. Haber dicho que “igual la bebé se iba a morir”, para justificar la acción inhumana de impedir el paso de una ambulancia que intentaba salvar la vida de una bebé no sólo es inhumano, indolente, insolidario, insólito sino imbécil.
Aquí quedó expuesta la calidad humana de muchos militantes de la Colombia Humana. Pero sobre todo quedó sobre el tapete que, hoy por hoy, cualquier lagarto, cualquier lambón o cualquier intrigante se hace con el puesto de jefe de prensa. Ya no se necesita un mínimo de cultura o un nivel básico de experiencia en la materia para que sea literalmente aplicada para estos fines la máxima que justifica al máximo la mediocridad según la cual “el periodista es un ser que tiene un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad”. Hoy los jefes de prensa se pueden convertir en los principales enemigos mediáticos de sus jefes así que con esos “jefes de prensa” para qué enemigos.
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