Escribe: Javier Forero Ortiz.-

Legalizar la marihuana solo dejaría a su paso degenerados, enfermos mentales y delincuentes, pero a sus patrocinadores solo les importa el negocico.
Vuelve y juega. Uno de los temas que mayor sensibilidad genera en el país fue puesto nuevamente en debate: la legalización de la marihuana.
El tema volvió a la discusión pública tras la aprobación, en el primero de ocho debates, de una reforma constitucional, impulsada por los congresistas Juan Carlos Losada y Juan Fernando Reyes, que busca permitir el consumo y comercialización del cannabis en el país.
Con esto se busca que quien consuma marihuana pueda ir a adquirirla a sitios previamente regulados para ello y que no ocurra como sucede hoy en día, cuando estos consumidores van a expendios ilegales.
Para esto, se deben establecer licencias para su producción
y regulaciones para su comercialización. Es decir, se busca establecer un
mercado similar al de la cerveza, en el que hay empresas vigiladas que la
producen y sitios regulados por ley donde es adquirida por el consumidor. Y en
toda la cadena se cobran impuestos que van al Estado.
“Ese es uno de los objetivos principales
de esta reforma, que el Estado colombiano reciba recursos por un consumo que
hoy, por ser ilegal, no llega al Estado. Por eso queremos abrir la posibilidad
de regular la expedición de licencias y los impuestos que se van a fijar para
la cadena de producción y el consumo”, dijo el congresista Juan Fernando
Reyes, coautor de la iniciativa.
El recaudo de estos impuestos, según Reyes, debería destinarse a inversión
social en los territorios más afectados por el narcotráfico y a la
prevención y mitigación de los riesgos asociados al consumo.
En septiembre pasado, la firma Econcept, que lidera el exministro de Hacienda
Juan Carlos Echeverry, puso sobre la mesa datos que confirmarían ese potencial
del cannabis como motor económico.
Según Echeverry, “con
este producto (el cannabis) estimamos que las exportaciones oscilarían entre
2.300 y 17.700 millones de dólares, dependiendo del percentil de la
distribución de resultados que se analice”, y dijo que el recaudo por
impuesto de renta se podría ubicar entre 1,2 y 3,5 billones de pesos.
“El cannabis podría superar el recaudo
fiscal de todo el sector agrícola si accede ahora al mercado mundial”,
agregó el exministro.
Por otro lado, según un estudio realizado por Fedesarrollo en 2019, si se habla
solo de cannabis medicinal, para 2025 –con un crecimiento tendencial de cerca
de 10 por ciento del área cultivada– se podría llegar a 450 hectáreas y crear
más de 7.700 empleos e ingresos cercanos a los 790 millones de dólares.
Esto lo confirman experiencias internacionales. Según Drug Policy Alliance, la
industria del cannabis ha creado en los últimos años entre 165.000 y 230.000
empleos en Estados Unidos.
Pulso político
No obstante, más allá de las bondades que podría tener la
iniciativa, el debate tiene detrás un pulso político, pues legalizar la
marihuana implica un reenfoque en la lucha antidrogas en Colombia.
Quizá la mayor dificultad que enfrenta la iniciativa proviene de las
directrices de Estados Unidos, que le ha pedido al Presidente Iván Duque
redoblar esfuerzos para combatir el narcotráfico, incluyendo la fumigación de
cultivos ilícitos.
De hecho, el Gobierno Nacional insiste en el regreso de la fumigación con
glifosato. “Suspender la aspersión fue un
gravísimo error, un grave error que llevó al crecimiento inusitado de cultivos
ilícitos, lo que se convirtió desde entonces en la principal fuente de
financiación de los grupos criminales”, expresó el Ministro de Defensa,
Carlos Holmes Trujillo.
Por eso el Centro Democrático y el Partido Conservador, base de la coalición de
gobierno, se han plantado en este duro pulso para evitar el avance de esta
iniciativa. Aseguran que el cannabis tendría graves efectos en los menores.
El cannabis podría superar el recaudo fiscal de todo el sector agrícola si accede ahora al mercado mundial.
“Nos sigue preocupando
cómo va a ser el uso recreativo de la marihuana, cómo vamos a proteger a
nuestros niños, en qué lugares va a estar permitido el uso de la cannabis
recreativa y otros temas”, enfatizó el representante del Centro Democrático
Gabriel Vallejo.
De hecho, el químico orgánico Raphael Mechoulam, miembro de la Academia Israelí
de Ciencias y Humanidades y uno de los hombres en el mundo que más ha estudiado
el tema, no está a favor de legalizar el cannabis con uso recreativo, insiste
en que la marihuana “no es una sustancia
inocua”, sobre todo para los jóvenes.
Considera que el uso prolongado de variedades de marihuana altas en THC
(tetrahidrocannabinol) puede cambiar la manera en la que crece un cerebro en
desarrollo e igualmente en algunas personas –según Mechoulam– el cannabis puede
causar ataques graves e incapacitantes de ansiedad.
A esto se suma un reciente informe de la Junta Internacional de Fiscalización,
que indica que el consumo de cannabis genera dependencia en uno de cada 10
consumidores. Es decir, la sustancia no es inofensiva.
El pulso ha llegado a tal punto que dentro del propio Centro Democrático hay
diferencias.
El representante Gabriel Santos es el único miembro de la colectividad que
apoya el proyecto. Su posición ha sido tan determinante que, según varios
congresistas, su voto fue el que salvó el proyecto la semana anterior, pues las
cargas estaban igualadas. Santos argumentó que su voto fue “basado en la evidencia”.
Más allá de este pulso, es evidente que en varias décadas de ‘guerra contra las
drogas’, y diferentes gobiernos, no se ha logrado acabar ni con la producción
ni con el consumo, y ni siquiera la pandemia de coronavirus ha detenido el uso
y el tráfico ilegal. ¿Llegó la hora de la marihuana?
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