Escribe: D´mar Córdoba Salamanca.-

No saldrán a decir los más optimistas que estas protestas son la muestra del descontento social y que por eso las marchas y paros han tenido como común denominador la violencia por parte de algunos que tienen como consigna, salir a las calles a saquear supermercados, robar personas, atacar policías, dañar monumentos públicos, destruir la infraestructura del transporte masivo y sembrar el caos con enfrentamientos con la Policía.
Tampoco dirán que lo que menos importa es el impacto sobre la sociedad que deja un paro que no para y que deja multimillonarias pérdidas para todos, pues no solo está en juego la estabilidad económica del tendero, comerciante o vendedor de artículos. Está en peligro la economía de todo un país, que le dijo NO a la reforma tributaria porque cobraría impuestos del dinero que no tienen los colombianos.
Hay que estar lo suficientemente atrofiado de la cabeza, para decir que se lucha por el pueblo y la igualdad en sus derechos, cuando lo que hacen es salir a bloquear las vías para impedir el ingreso de alimentos, dañar los sistemas de transporte para que nadie pueda movilizarse y llegar a su trabajo, quemar centros comerciales, que para muchos es un lugar donde se puede ir a distraer las angustias.
Qué clase de lucha social es esa, donde todo lo que están destruyendo y lo que están bloqueando sirve de primera mano al pueblo que estando en situación difícil de pobreza, ahora se da cuenta que ni la reforma de Carrasquilla era tan violenta como el incremento de hasta el 500% en los precios de los productos de la canasta familiar, por los bloqueos y el paro que impide que se movilicen medicamentos, alimentos y las vacunas para derrotar al Covid-19.
La lucha social que proponen algunos es la de matar el pueblo de hambre como ahora lo pretenden hacer con manifestaciones violentas que obligan a que nadie salga de casa.
Hace cuatro semanas podíamos salir al mercado para comprar una caja de huevos que no eran tan económicos como los de Carrasquilla, pero nunca tan caros como los del paro. Pues es tal la escasez de productos, que cada artículo o alimento cuesta lo que cuatro reformas tributarias al 19%.
Pero además esa marcha que llaman pacífica ha dejado más de 32 civiles fallecidos en circunstancias que son materia de investigación y que no me corresponde juzgar a sus presuntos autores, porque no sabemos quién los está matando.
Lo cierto es que la marcha pacífica no lo es y no lo fue; durante lo corrido de la jornada de manifestación pública desde el 28 de abril, se han registrado 5.569 actividades en 750 municipios de 32 departamentos y Bogotá, con una participación aproximada de 878.581 manifestantes.
De acuerdo con cifras del Ministerio de Defensa, van más de 32 civiles fallecidos, 716 civiles lesionados en eventos que se produjeron en ciudades como: Bogotá, Cali, Neiva, Medellín, y Pasto. También en algunos municipios del Valle y Risaralda.
Aquí ciertos sectores de la extrema izquierda que alimentan la anarquía no pueden seguir con la narrativa de “Nos están matando” porque las víctimas son todos. A la fecha van 849 miembros de la Policía Nacional heridos, 796 hombres y 53 mujeres. 714 con elementos contundentes, 19 con explosivos, 99 con arma corto punzante, 12 con arma de fuego, 5 con arma neumática.
Muchos de esos que salen a gritar por sus derechos creyendo que se trata de derechos fundamentales absolutos, desconocen que son limitados por el derecho del otro. Que son relativos al contexto.
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