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Isaac Newton detective

Escribe: Gustavo Álvarez Gardeazabal.-

Isaac Newton ha sido catalogado como uno de los más grandes genios de la humanidad. Sus aportes a las matemáticas, la astronomía y la óptica le abrieron un nicho de veneración en la historia de la ciencia.

Su teoría de la gravedad y las leyes de la inercia orientaron primariamente los adelantos por casi cuatro siglos (hasta que apareció Einstein con su teoría de la relatividad). Sus diversas personalidades, desde profesor de Cambridge hasta sus descubrimientos sobre el comportamiento de la luna y los astros, desde filósofo integral hasta teólogo descreído, les han servido a muchos biógrafos para elevarlo a altares cada vez más sobresalientes con solo comparar los elementos y herramientas que podía usar en los finales del 1600 y principios del 1700 frente a la magnitud de las puertas que abrió con sus conocimientos.  

Por estos días, empero ha salido en español una novela thriller de gran calidad, Materia oscura, del recientemente fallecido Philip Kerr, quien se ganó su prestigio con narraciones de ese tipo y muy a lo británico convirtiendo en personaje de serie a su detective Bernie Gunther actuando en los días de la Alemania hitleriana.  

En esta oportunidad abandona su detective y revisa la vida de Isaac Newton desde cuando deja la cátedra en el Trinity College de Cambridge y se va a trabajar como director de la Casa de la Moneda en la Torre de Londres. 

En un santiamén y generando adicción desde las primeras páginas, el sabio inglés se vuelve en la prosa de Kerr un detective ingenioso y ventajoso, que utiliza sus conocimientos de medicina y de sicología, de química y de botánica y de cuanta cosa sabía semejante lumbrera, para encontrar el origen de la falsificación de las monedas que el acuñaba como supremo director. 

A través de Newton y su ayudante se muestra no solo el sucio mundo londinense de entonces sino lo avezado de las sociedades secretas, y la pauperización del concepto de vida inglés radiografiando con maestría el mundo pecaminoso de los lupanares de la capital británica. Por supuesto su contraparte, o su ayudante, el señor Ellis, resulta mucho más asombro que el querido Watson de la serie del otro detective inglés, Sherlock Holmes. 

La novela no pierde interés ni siquiera cuando aminora su marcha para describir el aspecto físico de los personajes hediondos porque precipita al lector, renglón tras renglón, en el afán de encontrar la solución de lo investigado, mientras constata que mejor detective que Isaac Newton no lo hubo ni lo habrá nunca.

@eljodario 

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