Escribe: Diana Esperanza Guzmán
De pronto apareció en la palestra política, un personaje oscuro, tan oscuro como su piel, y empezó a pregonar el tema de “vivir sabroso”, que entre otras cosas, nadie entendió.
La gente ilusa cree que dándole subsidios a la gente con menos recursos se va a acabar la pobreza. ¿Será que esos ilusos e ingenuos han visitado las invasiones o los barrios suburbanos?
Esta “otra Colombia”, la que no muestran los medios que reciben y viven de la pauta oficial –Estado o pueblo, que es lo mismo–, vive en casas construidas de cartón y plástico. Por lo general careen de servicios públicos y de ingresos suficientes para vivir dignamente.
Estos seres –colombianos también–, pero ingenuos al máximo, se han tragado el cuento de “vivir sabroso” y cayeron en la trampa.
Esa “otra Colombia” es la masa impoluta e irredenta, la que siempre trabajará pero poco conseguirá. Es la población que no puede aspirar a vivir como los políticos, gobernantes, mamertos y parásitos de la sociedad en cuyos hogares hay mínimo 1 o 2 televisores de 50′, video juegos, parlantes, aire acondicionado, nevecón, lavadora, zapatillas y ropa de marca, aunque no son ellos los que trabajan sino sus padres y el pueblo.
Esos, los mamertos y parásitos de la sociedad son los que incluso ya están “viviendo sabroso” y van a seguir aferrados a las tetas del Estado. ¿Pero qué pasará ahora con esos parásitos de la sociedad enquistados en el gobierno? Nada anormal, lo de siempre, vivirán sabroso mientras los ingenuos y mamertos ya empiezan a renegar por haberse comido el cuento de vivir sabroso.
Pregunto: ¿Cuántos de los jóvenes que fueron vándalos de Petro en sus marchas, paros y bloqueos, arriesgando sus vidas, forman ahora parte del gabinete? Ninguno; todos los ministros fueron sacados de un anticuario, son piezas de museo, dinosaurios y brontosaurios, y en su gran mayoría con prontuarios delictivos y huellas imborrables de corrupción.
Siento pena y me da mucho pesar de estos pobres muchachos que por querer todo gratis, hoy comienzan a rumiar la amargura de la traición del Mesías. Bienaventurados los pobres de espíritu.