Escribe: Jorge David Chapas*

La “derecha” latinoamericana tradicional coadyuva, directa o indirectamente, con la izquierda.
En marzo de 2017, escribí ¿Del por qué la izquierda manda sin oposición real en América Latina? Hoy, dos años después, en esta columna intento complementar la primera, y ambas, son una muy pequeña extensión del seminal ensayo La derecha boba o del por qué la izquierda manda del politólogo argentino Alberto Mansueti.
Comenzaré con una crítica constructiva al análisis del abogado y analista chileno Axel Kaiser, a la sazón de la crisis política y olas de violencia que vive su país, como pequeña muestra de lo que acontece en Perú, Ecuador y México, y justo presagio para Bolivia, Guatemala y Uruguay.
Como he dicho, su lectura me parece incompleta y poco propositiva, al menos en el largo plazo. Él sostiene que el problema“no es el sistema”,ante lo cual disiento:
El sistema sí es el problema. Tal vez en Chile no sea tan evidente puesto que en aquel país aún existen algunas instituciones económicas que han favorecido el libre comercio y defendido la propiedad privada. No obstante, como bien dijo Jefferson“El precio de la libertad es su permanente vigilancia”,y es ahí donde los chilenos deberían poner las“barbas en remojo”:
¿Cómo están vigilando las libertades logradas en la década de los Chicago boys?
Vigilar la libertad no se logra solamente desde los Think tanks liberales ni los medios de comunicación. Por eso Madison completó aquella frase Jeffersoniana activando políticamente a través del partido Demócrata-Republicano que ambos fundaran en 1792. Claro, partidos de derecha, los cuales están ausentes en toda América latina. Y no solo están ausentes, sino que los que sí existen (y han logrado llegar al poder) no tienen un programa político, auténticamente liberal clásico, completo, radical y congruente.
Lo que la mayoría de personas concibe como de “derecha” sencillamente no lo es y, en el mejor de los casos, es incompleto. Ni lo es el partido del removido PPK (Pedro Pablo Kuczynski) en Perú, ni Macri (Argentina), ni Sebastián Piñera (Chile), ni Alejandro Giammattei (Guatemala), ni tampoco Espert (Argentina, quien fuera vencido de manera abrumadora en las elecciones al no superar siquiera el 2% de los votos).
Ninguno de ellos constituye un ejemplo de derecha liberal y es ésta la única que puede hacer una contención eficaz a la izquierda latinoamericana.
En el mejor de los casos (Espert), los representantes de la derecha son afines al libre comercio, pero cuando pregonan a favor del aborto, por ejemplo, sucumben y pierden estrepitosamente.
La “derecha” latinoamericana tradicional coadyuva, directa o indirectamente, con la izquierda. Lo demuestra claramente Piñera al anunciar recientemente un paquete de medidas que nada más abona al “huracan bolivariano” de la izquierda dura.
Debemos reconocer que esta clase política de supuesta“derecha” no sabe, no puede y no quiere aplicar las reformas de fondo que necesitan nuestros países.
La derecha completa o derecha buena es la que apuesta por el fusionismo, aquel de Práxedes Mateo Sagasta (España, finales siglo XIX) y de Frank S. Meyer (Estados Unidos, mitad siglo XX), los cuales derivaran en políticas públicas que crearían riqueza y estabilidad política. Lo más cerca de este concepto ha sido el brasileño Jair Bolsonaro y su Partido Social Liberal, pero lamentablemente su exitosa coalición electoral fusionista no derivó en un gobierno de coalición, ¿Por qué? Porque su gobierno no gira entorno a un programa político auténticamente liberal clásico,completo, radical y congruente.
“A la izquierda se le frena con partidos de derecha liberal” señala el profesor Mansueti y mientras la clase media y la clase popular no acoja con entusiasmo el mensaje liberal, apoye con recursos económicos y se involucre en Política, la izquierda latinoamericana seguirá ganando espacio hasta llevarnos a todos al «punto Cuba”.
Aquella crítica constructiva a Axel Kaiser la terminé así: nosotros, los del Foro Liberal de América Latina, sí que estamos incubando partidos políticos de derecha buena, liberal y fusionista. Y lo que es aún mejor, tenemos un programa político, auténticamente liberal clásico, completo, radical y congruente con cinco reformas. Sí hay una salida, pero urge de gente valiente, abierta a la posibilidad de cambiar el sistema y consciente de la necesidad de apoyo en materia de tiempo, esfuerzo y recursos económicos.
*Jorge David Chapas es político liberal clásico, empresario, académico y padre homeschooler.
T. de PanAm Post