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Protejamos la democracia

Escribe: Bernardo Henao Jaramillo*.-

Quienes aplican el populismo siembran en nuestros países, sin temor a equivocarnos, la semilla de la destrucción. El discurso de Petro es el mismo de Fidel Castro, de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro.

Votar bien consiste simplemente en elegir para ello al candidato que mejor nos parezca teniendo en cuenta, eso sí, que no sea una peligrosa figura populista dispuesta a destruir, en el nombre de una inexistente voluntad popular.

Desde diferentes latitudes llegan voces a Colombia previniéndola de los riesgos en que se verá abocada si su pueblo no procede de manera políticamente madura y correcta en las próximas elecciones. Y una de esas amenazas es el populismo, entendido como ese liderazgo personalizado, no institucionalizado, en cuanto considera a las instituciones como limitación a su poder por lo que se debe disminuir su independencia, a la vez que busca su aceptación a través de la polarización predicando que ellos son los redentores y los opositores son el peligro, lo que conlleva a una tendencia hegemónica muy fuerte. Es sin ninguna duda un terrible peligro para las democracias.

Entre los promotores del populismo a ultranza ocupan lugar destacado Juan Domingo Perón, en Argentina, quien supo manipular a la clase obrera con su discurso demagógico y, más recientemente, Hugo Chávez, en Venezuela, quien logró convencer a un pueblo para terminar arruinándolo.

En Ecuador Rafael Correa sembró un mensaje de odio. Actuó como si fuese la encarnación misma de la voluntad popular. Dividió al país y persiguió y secuestró en Colombia al político opositor Fernando Balda. Esto desembocó en un proceso en su contra. En Nicaragua Daniel Ortega está atornillado al poder. Su gobierno no es reconocido por la comunidad internacional y su reciente reelección fue fraudulenta, tras encarcelar a sus contendores. Evo Morales llegó al poder en medio de una ola de protestas sociales representando a un partido, el MAS, de origen campesino e indígena. Pero se dice que siempre ha primado la voluntad de Morales por sobre cualquier otra consideración

Los líderes populistas dicen, no representar, sino encarnar al pueblo, al cual muestran como opuesto a las élites políticas. Y, desde luego, a las oligarquías. En realidad, el concepto de pueblo solo hace referencia a aquella parte de la población que tiene plenos derechos civiles y políticos, sin embargo, se lo asocia con otros conceptos como son los de chusma, plebe, populacho, y se le considera antidemocrático. Incluso, irracional, apocalíptico y bárbaro. Pero el populismo reconoce a este populacho y lo transforma en una fuente de virtudes y dignidades apelando a su inocencia y bondad natural. Actúa como si fuese literalmente, la voz del pueblo “vox pópuli”. La voluntad del pueblo.

Y bajo esa perspectiva intentará, entonces, cambiar las reglas del juego. Este es uno de los mayores peligros que implica. Deteriorará el orden establecido y en su afán de incluir al “pueblo” cerrará los espacios para la oposición. La verdad es que la voluntad del pueblo no existe, como tampoco existe el líder que pueda encarnarla. No obstante, en nombre de esa voluntad cometen mil y un abusos. Se politizan las desigualdades, ahondándolas. Se desconoce el pluralismo al considerar que el pueblo es una masa homogénea.

En Colombia este fenómeno se ha visto reflejado fielmente en los alcaldes elegidos en las tres principales ciudades del país, Bogotá, Medellín y Cali. La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ha devenido en defensora a ultranza de cuanta protesta se quiera hacer en la capital, incluyendo bloqueos y destrucción. En su desempeño, ha desmejorado y entorpecido la labor policial y ahora participa descaradamente en política a través de su cuenta de Twitter, quedando claro que no es neutral, como debería serlo. La Procuraduría ya le abrió una investigación por esa situación.

En Cali, el alcalde Jorge Iván Ospina ha permitido la invasión, en la práctica, de las mingas indígenas del Cauca, que han causado serios y cuantiosos daños.

En Medellín, el alcalde Daniel Quintero, desde el momento mismo de su elección, se dio a la tarea de desprestigiar al sector productivo, causando inmenso e irreparable daño a la empresa insignia de Antioquia, EPM, que significó que la firma Fitch Ratings le bajara la calificación de incumplimiento de emisor (IDR, por sus siglas en inglés) en moneda local y extranjera de BBB- a BB+ y mantuvo la perspectiva de la calificación como negativa. De no ser por la intervención del Presidente de la República, Hidroituango hubiese tenido un final catastrófico.

La sociedad civil se ha unido para buscar la revocatoria de estos mandatarios, procesos que han sido objeto de toda clase de obstáculos, lo que de suyo advierte en la necesidad que se tiene de adquirir conciencia de la realidad para utilizar el derecho al voto, eligiendo a quienes verdaderamente representen los intereses de la comunidad, sirviéndole a su crecimiento, que no para su propio beneficio. Después, ya es tarde.

Reflexión que también debemos hacer frente a los candidatos presidenciales Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Petro cada día vocifera, ataca, amenaza a un sector diferente del país, mientras que Hernández aplica una estrategia igual a la de Donald Trump. Irrespetuoso, retador, irreverente, ofensivo, a veces agresivo, enarbolando la bandera de su lucha que será, según dice, contra la corrupción.

El populismo no le pertenece ni es ni de izquierda ni de derecha. Quienes lo aplican siembran sin temor a equivocarnos la semilla de la destrucción. No cabe duda, acierta el escritor Mario Vargas Llosa, cuando sentenció para el mundo: “El populismo es el sacrificio del futuro por un presente efímero”. ¿Es eso lo que queremos para nuestro país?

Elemental consecuencia de todo esto es la necesidad imperiosa de votar bien en las elecciones que se avecinan. Votar bien consiste simplemente en elegir para ello al candidato que mejor nos parezca teniendo en cuenta, eso sí, que no sea una peligrosa figura populista, sin antecedentes criminales, dispuesta a destruir, en el nombre de una inexistente voluntad popular, nuestra democracia, nuestras libertades ciudadanas.

Pildorita. Deplorable que una sala de la Corte Constitucional haya prohibido nuevamente la fumigación con el herbicida glifosato. Esa decisión fue adoptada en una sala integrada por tres magistrados, uno salvo su voto. Ese fallo afecta por completo la seguridad nacional y me temo que los dos magistrados que prohibieron la fumigación, puedan haber cometido un presunto delito.

* Bernardo Henao Jaramillo, Abogado y presidente de
la asociación Únete por Colombia.

T. de PanAm Post

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